Hoy por hoy, unos de los temas en
boga es sin duda el socialismo. Sobre todo en nuestro país, y no
desde ahora sino desde que se inició la era Chávez. El Comandante
en Jefe de la Revolución Bolivariana definió el rumbo de lo que es
y debe ser el socialismo. No obstante, sus enemigos (y también
enemigos del pueblo), los “sembradores de cizaña” de siempre han
procurado y procuran aun sembrar confusión entre el pueblo
distorsionando el sentido del socialismo. Un rasgo común que
presentan estos ofuscadores de mal es asociar el socialismo a la
pobreza, a la violencia y a hechos antidemocráticos. Nada más
lejano de la verdad. Pero poseen además extraordinarios recursos
para combatir el socialismo. Poseen grandes recursos financieros,
grandes medios de comunicación, grandes empresas, todo ello
motorizado por una avaricia desmedida enmascarada de una presunta
preñez de muy buenas intenciones. Poseen también una clase política
genuflexa al dios Mammon. Esa son las características de la clase
dirigente capitalista venezolana.
Es de mencionar de paso que el
capitalismo venezolano demostró en una época (la época pre-Chávez)
que asusta recordar y que sigue demostrando aun que es mejor como
empresario rapaz que como dirigente político. La dirigencia política
capitalista venezolana solo ha sabido ser servicial a los intereses
del Capital. Nunca a los intereses del pueblo. Los niveles de pobreza
que una vez alcanzo el pueblo de Venezuela fue el indicador del nivel
de riqueza extrema que logro alcanzar el capitalismo venezolano. La
correlación pobreza-riqueza en Venezuela fue tan exacta como exacta
es la correlación matemática del inverso proporcional. En la misma
medida en que el Capital venezolano se fue engrosando, el pueblo
pobre venezolano fue empobreciendo. El pueblo venezolano fue
esquilmado con vigorosa exactitud.
El egoísmo capitalista también fue
proporcional. Mientras el pueblo más luchaba para salir de la
pobreza, el Capitalista venezolano más luchaba por impedírselo.
Mientras la juventud y el trabajador venezolanos más se esforzaban
por estudiar y tener salud, el capitalista más caro le cobraba. De
esa manera el empresariado venezolano y su dirigencia política
frenaban y controlaban al pueblo en su lucha. Pero ese control no era
total. Para ellos tener el control absoluto de la población debían
emplear el mecanismo de control capitalista por excelencia: LA
PRIVATIZACIÓN. El capitalista venezolano que quiera subyugar a la
población reacia a sus políticas “asociales” y económicas pro
capitalistas inicia sin dilación un proceso privatizador. La
privatización es la sutil forma capitalista de dominar. Al expropiar
mediante la privatización todo lo socialmente correspondiente al
pueblo no queda entonces sino una masa de esclavos predispuesta al
mandato del amo, comenzando así un proceso social de adormecimiento
de la conciencia colectiva del venezolano por el insufrible sopor del
hambre.
Pero además todo el Capital
financiero nacional venezolano “no es suficiente” para lograr la
privatización. La rebatiña no comienza por casa. Y de allí el
subterfugio que ellos llaman “inversión extranjera”. El mismo
Capital con diferente nacionalidad pero con el mismo interés y con
la misma finalidad. Como si fuesen una cofradía, una sociedad
secreta internacional con los mismos procedimientos ya no tan
secretos. El capitalismo venezolano sentado a la mesa convidando a
todos a comer, menos a los venezolanos más necesitados. La perfecta
hipocresía invisibilizada gracias a sus medios de comunicación.
Todo ello además envuelto intelectualmente en una sábana mortuoria
denominada “teoría económica del libre mercado”. Una figuración
dantesca del verdugo ordenando a su víctima arrodillarse para
recibir a la muerte es una imagen adecuada para describir lo que
significa privatización. La imagen misma de la muerte social.
Pero la privatización tiene también
otra finalidad: la de permitir al Capital apropiarse de toda riqueza
nacional habida y por haber. Así matan dos pájaros de un tiro. Por
un lado controlan y por el otro se adueñan. Pero si el capitalista
se adueña de todo ¿Qué le queda al pobre? Solo el trabajo. Solo le
queda trabajar. Y es allí donde el capitalista trastorna el
significado del trabajo dándole el sentido en el que va el Capital.
En el capitalismo el trabajo ya no es un instrumento de liberación y
superación de la pobreza sino un instrumento de encadenamiento al
yugo de la esclavitud. El trabajador venezolano ya no trabaja para
sí, sino para el patrón, no trabaja para prosperar a si mismo sino
para hacer prosperar el Capital de la empresa para la cual trabaja.
Pero todos ellos cantaron la canción: “todo se derrumbó…”
cuando llegó a la escena política el Comandante Chávez.
Cuando el presidente Chávez llega
al ruedo político no tenía muy claro que modelo económico seguir
(y nosotros tampoco, y a pesar de que muchos sabíamos del
socialismo, en Venezuela se le veía como un modelo históricamente
fracasado). Incluso en algún momento Chávez se inclinó por aquello
perceptualmente difuso que se llamó “la tercera vía”. Fue una
sugerencia de modelo económico planteado por el primer ministro
inglés Tony Blair, como una vía a seguir que se ubicaba entre el
capitalismo y el comunismo. Pero la Reina mando a callar a Blair, y
Chávez mando a callar a la Reina, porque Chávez propuso que la vía
a seguir era la vía del socialismo. Pero Chávez lanza
inteligentemente, para poder franquear el obstáculo del socialismo
histórico, la tesis un socialismo nuevo, el Socialismo del Siglo
XXI.
En una próxima entrega hablaremos
de lo que se entiende por Socialismo del Siglo XXI y su diferencia
respecto al socialismo histórico.